EL HALLAZGO

A veces , la llave de todos los misterios

Esta tan cerca, que somos incapaces

De hallarla o de darnos cuenta de su naturaleza.

Javier Herrera, joven informático uruguayo de padre chileno, se encontraba caminando bajo una soleada tarde de primavera, recorriendo la orilla del mar con sus dos bellos perros Golden Retriever. Era la forma que tenía él de relajarse del intenso trabajo desarrollando páginas web para importantes empresas.

De pronto, siguiendo a uno de sus hermosos canes que se divertía chapoteando en las pozas dejadas entre las rocas por las pequeñas olas, se quedó observando unas piedras que aparentemente tenían grabados. Al acercarse hacia ellas pudo contemplar dichas marcas o petroglifos. ¿Serían modernos?¿Quién los habría hecho?¿Cuál habría sido el motivo? ¿Serían sólo una suerte de graffiti de algún veraneante o algo realmente antiguo?

Javier las fotografió aprovechando los siguientes días para convocar a algunas amistades del grupo de contacto extraterrestre Rama del Cerro de Montevideo, grupo que estaba frecuentando para que ellos atestiguaran el hallazgo. Este grupo tiene a su haber varias expediciones hacia la zona de Parauna en la Sierra de Portiaria, en Goías, Brasil, una zona insólita con extensos muros de piedras hexagonales basálticas, pirámides y cavernas, donde han llegado a tener contactos muy cercanos con los Hermanos Mayores, con evidentes avistamientos y con la Hermandad Blanca, ingresando en profundos túneles donde hallaron inscripciones antiguas, algunas incluso en hebreo.

Y coincidiendo con mi llegada para unas conferencias en la ciudad, me consultó la posibilidad de que lo acompañara al lugar para observar el hallazgo, y darle mi opinión. Según él, una de las figuras representadas era la “Cruz de Caravaca”, símbolo de protección que va de lo religioso y místico, hasta lo mágico, sirviendo para aquellos que así lo creen, para enfrentar la acechanza y pedir ayuda divina.

Según la tradición cristiana, la verdadera cruz de Cristo fue encontrada en el siglo IV de la era cristiana entre las ruinas del Templo de Júpiter, en la ciudad romana de Aelia Capitolina, edificada sobre lo que fuera la conquistada y destruida Jerusalén judía. La reliquia le fue entregada a la madre del emperador Constantino, la emperatriz Santa Elena quien permitió que pequeñas astillas fueran extraídas de la misma, y con el paso de los siglos una de ellas terminó en las manos del primer patriarca de Jerusalén, tras la conquista de la ciudad a los musulmanes . Esta pequeña astilla se conserva dentro de un relicario con forma de cruz patriarcal de doble brazo horizontal, el superior más corto y el inferior más largo, con dos ángeles a ambos lados. Se cuenta que fue llevada milagrosamente al castillo santuario de Caravaca, encontrándose actualmente en la basílica del Real Alcázar de la Vera Cruz en Caravaca de la Cruz, en Murcia (España).

Evidentemente Santa Elena no sabía nada de arqueología ni la gente que envió a hacer excavaciones en las ruinas de Jerusalén, por cuanto la supuesta cruz de Cristo hallada allí, no era otra cosa que tabiques de madera que sostenían un segundo piso en el templo de Júpiter, y que las tumbas romanas halladas en el lugar, no pertenecían a Jesús, por cuando eran de un siglo posterior.

Volviendo a la otra figura, se veía ésta como el aura de una persona angelical, o un ser de luz saliendo de un portal dimensional.

Con gente del grupo del Cerro quienes acompañaban a Javier, nos dirigimos por la Rambla Presidente Wilson y Bulevar Artigas, hasta llegar a la altura de la Rambla de Punta Carretas, antes de llegar a la Playa Pocitos donde se encuentra el Memorial del Holocausto Judío, un sobrio monumento hecho de granito rosado inaugurado en 1994. Este monumento que representa el devenir de la historia del pueblo de Israel , consiste en un muro de 120 metros de largo paralelo a la costa, que en su parte central se interrumpe violentamente dejando como un hueco o portal flanqueado por dos pedazos del muro colocados en cierto desorden, abriéndose hacia la confluencia del río con el mar.

Al llegar al lugar la marea ya estaba alta y las olas iban y venían cubriendo las rocas impidiéndonos avanzar, aunque a la distancia se veían claramente las dos figuras dispuestas a lo largo de una piedra basáltica con vetas de cuarzo. La del ángel a la izquierda y la de la cruz a la derecha.

Como no pudimos acercarnos más, a simple vista daba la impresión de que las marcas en la piedra podían ser antiguas. Al retirarnos un poco ante el avance del agua, uno de los compañeros se percató de que debajo y a un costado de una gran piedra en parte cristalina, asomaba una escultura humana como de unos 90 cms de largo. Sí, era un hombre perfectamente tallado con la cabeza rapada al estilo de los sacerdotes egipcios, con el tercer ojo claramente marcado en la frente. Otro detalle era que el corazón sobresalía de su pecho, pero estaba ubicado en el lado derecho y en su mano derecha se veía como una flecha. Al lado de esta escultura se veía claramente la forma de los ojos del Make Make, antiguo dios polinesio de la Isla de Pascua, ojos que aparecen también repetidos en las imágenes de los Annunaki sumerios .

En ese momento Javier manifestó estar más que sorprendido por dicho descubrimiento, porque él había ido varias veces a aquel lugar y lo único que había visto extraño eran los dos petroglifos. Y bastó que dijera eso para que él mismo encontrara un gran espiral encima de la piedra, y luego aparecieron otras figuras por detrás, entre ellas el círculo con una cruz de cuatro lados en su interior, como símbolo de la Tierra y luego otro gran círculo con rayos.

Pero los hallazgos continuaron, descubriendo a los pocos minutos detrás de la gran piedra cristalina visiblemente tallada al estilo de las esculturas egipcias, un   perfecto circulo como más oscuro, y en el centro del mismo, un espacio cúbico vacío que se introduce transformándose en el espacio perfecto para una pirámide.

Estábamos procesando la importancia trascendental del descubrimiento, cuando al girarme me fije que uno de los compañeros estaba parado sobre los cimientos muy gastados de un antiguo altar ceremonial, formado por una plataforma cuadrada como de unos ocho metros de lado , y otra más pequeña encima como de tres metros de lado, en piedra basáltica con muchas vetas de cuarzo.

La pena era que toda la zona estaba con desmonte y algo de basura. El último hallazgo sorprendente, fue el de una punta de flecha como de metal en el interior de la piedra que tendría probablemente millones de años de estar allí.

Aquel descubrimiento ameritaba una meditación en el lugar y una práctica de dermóptica, tanto en la piedra de la escultura del hombre, como sentados en el borde del supuesto altar ceremonial. Para ello colocamos nuestras manos directamente sobre la piedra para sentir su historia, y entre las percepciones que fueron llegando, veíamos a gente como norteamericana o inglesa con barretas de metal, volcando la piedra para extraerle como una pirámide de metal del interior del espacio interno en la piedra. Ellos sabían de ese lugar especial, y fueron a buscar directamente aquello como hace unos diez o quince años atrás. Al parecer tenían como un libro antiguo o un mapa entre sus manos.

Nos proyectamos mentalmente después de realizar respiraciones lentas y profundas , asi como acompañándolo todo de una muy rápida relajación. Visualizamos en nuestra mente un túnel mental a través del cual avanzamos girando en el sentido contrario a las manecillas del reloj. Lo hicimos viajando a través de los años, las décadas, los siglos…Y lo que fuimos captando algunos era la llegada de un barco a velas, y que era eso, sus mástiles lo que se había representado como cruz de Caravaca, aunque también esa cruz aparecía en las mismas velas, y que correspondían a naves templarias que huyeron de Marsella en el siglo XIV vía las Canarias, y que llegaron a las costas del Río de la Plata, trayendo sus tesoros materiales y místicos.

La figura del ángel  se nos venía como la de un hombre vestido de blanco llegado en la misma nave, y que sorprendentemente el mismo ( o la misma alma), aparecía más viejo y calvo, pero miles de años antes en el altar, que poseía una pirámide más alta que ancha del mismo material de la piedra de la escultura.

Relacionamos la primera aparición de aquel hombre como hace unos trece mil a doce mil años atrás, vinculada a la Atlántida , igual al personaje de la escultura. Y la segunda llegando en un bote de remos dejando atrás al velero y alcanzando al mismo punto del altar. En ambos casos se le veía trayendo algo en sus manos.

Todo estaría relacionado con el destino de un país como es el Uruguay, creado y planificado a la luz de gente con profundos conocimientos esotéricos, y rodeado de   diversas claves y detonadores simbólicos. Y sabiendo que a toda fuerza se le opone otra contraria de igual intensidad, no sería fácil activar el recuerdo y la memoria de esa predestinación que iniciaría una reacción en cadena mundial.

Finalmente al salir del lugar nos encontramos con unas estelas del monumento judío, una de ellas tenía una frase atribuida al gran sabio judío Cordobés Maimonides, que decía: “Elegid siempre la vida y el bien pues la elección está en vuestras manos”.

Un encuentro fortuito en un paseo había iniciado a través de este increíble hallazgo, un proceso que seguirá de ahora en adelante llevándonos a otros lugares y momentos trascendentales en ese país y en Sudamérica. Esta es una nueva etapa, y recién comienza…